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ESPIRITUALIDAD Y MÍSTICA EN EL SINARQUISMO

Textos sobre espiritualidad, religión y mística en la filosofía Sinarquista.

Reflexión sobre Espiritualidad Cristiana

   

Definir Espiritualidad

   

Religión y lo Sagrado

   

Textos Varios

 

Opiniones y Textos actualizados en el Foro Civilización y Espíritu

 

Preguntas para subir y bajar al Carmelo

( Reflexiones sobre Espiritualidad Cristiana)

 


 

"Por aquí ya no hay camino».
¿Hasta dónde no lo habrá?
Si no tenemos su vino
¿la chicha no servirá?
 
¿Llegarán a ver el día
cuantos con nosotros van?
¿Cómo haremos compañía
si no tenemos ni pan?
 
¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?
¿Para quién vais al Carmelo,
si subís y no bajáis?
 
¿Sanarán viejas heridas
las alcuzas de la ley?
¿Son banderas o son vidas
las batallas de este Rey?
 
¿Es la curia o es la calle
donde grana la misión?
Si dejáis que el Viento calle
¿qué oiréis en la oración?
 
Si no oís la Voz del Viento
¿qué palabra llevaréis?
¿Qué daréis por sacramento
si no os dais en lo que deis?
 
Si cedéis ante el Imperio
la Esperanza y la Verdad
¿quién proclamará el misterio
de la entera Libertad?
 
Si el Señor es Pan y Vino
y el Camino por do andáis,
si «al andar se hace camino»
¿qué caminos esperáis?

 

 

Glosas a la "Canción".

Reflexión sobre la Espiritualidad Cristiana en Nuestra América

 

Primera.

«No hay camino» hecho, «por aquí»; se va haciendo. Cada itinerario espiritual es una aventura inédita, un juego y una lucha imprevisibles entre el espíritu y el mal, entre el espíritu y el Espíritu también. Y es una aventura colectiva, inédita, la espiritualidad de la liberación, aun siendo tan antiguas como el Evangelio la libertad en el Espíritu, la opción por los pobres, la justicia del Reino. Aun siendo tan antiguos como la Historia humana, ese juego y esa lucha, con sus derrotas y sus victorias.


Y, sin embargo, nos preguntábamos, corresponsables, solicitados por la hora y por el lugar: «¿hasta dónde no habrá camino?». No se podía esperar más para echar mano de la experiencia de muchos y su sistematización, cuando tantos hermanos y hermanas se sentían como perdidos en los vericuetos de la espiritualidad; de vuelta, quizá, de unas espiritualidades que ya no les respondían a las necesidades o perspectivas actuales y sin haber encontrado aún el modo nuevo ‑legítimo y eficaz‑ de vivir su fe situadamente.
Si no tenemos el «vino» de Europa, su cultura, que no es mejor ni peor, la tradición sistematizada de una espiritualidad hecha para aquellas latitudes y en aquellos procesos (y, con demasiada frecuencia, con pretensiones de hegemonía), ¿no habrá de servirnos la «chicha» de nuestras culturas riquísimas y el cuenco de nuestros procesos históricos? O ¿sólo en «vino» del Primer Mundo puede beberse a Dios?
 
Segunda. Esta es una dilacerada pregunta muy nuestra. Una experiencia única de compañía para todo, de comer juntos el mismo pan del destierro y la utopía, de la lucha y la muerte: «¿Llegarán a ver el día / cuantos con nosotros van?».
El «día» de la justicia y de la libertad, el día de los derechos humanos finalmente respetados, el día de la vida con nombre digno de una vida humana, salidos de toda esa noche de masacres y dependencias, de dominaciones y marginación. ¿Cuántos habrán de morir aún «antes de tiempo», sin ver ese «día»? ¿Cuántos habrán de vivir, luchando, preguntando, queriendo ver la Verdad y el Evangelio, sin que la Iglesia, quizás, se les presente como un sacramento claro del «día», sin que los cristianos seamos una comunidad‑testigo, una evangelización accesible, inculturada, digna de crédito? ¿Cuántos y cuántas habrán de seguir viviendo, luchando y muriendo, sin ver el día, excomulgados por una Sociedad que se considera la Civilización, y por una Religión que no sabe reconocer el caudal de Verdad y de Vida que ellos llevan consigo y que tal vez condena al Dios vivo de la Historia en nombre de un Dios muerto de los esquemas? ¿Por qué no ha de ser el día de Dios nuestro día humano, su hoy nuestro hoy?
¿Cómo podremos tener el coraje cínico de pretender caminar en compañía ‑alienada, irenista, cómplice‑ si no hay entre nosotros, ni siquiera el pan indispensable para compartir vida, salud, vivienda, educación, participación, justicia, libertad? (Com‑pañero, «copain»,es aquel que comparte el pan con otros que hacen el mismo camino. A la manera del Compañero mayor, por los caminos de Emaús, en última suprema instancia).
 
Tercera. Para ir al cielo no tenemos otro camino más que la tierra. Solamente en la Historia podemos ir acogiendo y esperando y haciendo el Reino. Si no asumimos la responsabilidades del tiempo, en la vida diaria de la convivencia y el trabajo, la lucha y la fiesta, la política y la fe ‑esa Fe que es de la Tierra, como su hermana, la Esperanza, porque en el Cielo ya no se cree ni se espera‑ ¿qué misión asumimos?, ¿a qué vocación respondemos?,  ¿cómo colaboramos con la obra de Dios?
«¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?»
Somos personas de cuerpo y alma en indisoluble unidad; no somos espíritus «puros». La espiritualidad cristiana no es un espiritualismo desencarnado. Es el seguimiento del Verbo encarnado en Jesús de Nazaret; la más histórica y «material» de las espiritualidades, en la línea bíblica de la Creación, el Exodo, la Profecía, la Encarnación, la Crucifixión y la Resurrección de la carne.
¿Por dónde vamos, si no vamos por esa «tierra» de nuestra fe cristiana?
Ni vamos solos, sino en comunidad, en mancomunidad solidaria, como personas de una sola Humanidad ‑y, aquí, en un Continente uno‑, como miembros de la congregada Iglesia ‑pero, aquí, aconteciendo latinoamericanamente‑.
No podemos hacer de la espiritualidad un negocio individualista, un sálvese quien pueda, un prescindir del dolor y de la lucha que nos circundan; porque solamente la caridad desinteresada y comprometida y gratuita santifica y en la tarde de la vida ‑diría Juan de la Cruz, otra vez él‑ seremos juzgados en el amor. El juicio «final» ‑nunca más adecuado el adjetivo‑ a que seremos sometidos cada uno de nosotros versará en torno a lo que hayamos o no hayamos hecho en favor de los demás: de su sed, de su salud, de su libertad. Eso nos dejó rotundamente dicho el Hijo de Dios e hijo de María, nuestro hermano de sangre y de herencia.
Humanas escalas de Jacob, arrollados en la kénosis del propio Jesús, debemos «subir» a Dios y «bajar» a los humanos, en un vaivén incansable de contemplación y acción, de gratuidad y servicio, de espíritu y materia. Mientras haya Tiempo.
 
Cuarta.

Quizás la conmemoración, bien o mal traída, de los 500 años, nos habrá ayudado a reconocer, sin escapatoria posible, esas «viejas heridas» de la colonización, no sólo militar y política, sino también cultural y religiosa. Una ancha herida, no restañada, de 500 años de violaciones o de imposiciones; también eclesiásticas. En la teología, en la liturgia, en la pastoral. En la formación sacerdotal y en la vida religiosa. En los derechos y deberes autónomos y corresponsables de las Iglesias del Continente. En la legítima subsidiariedad de las conferencia episcopales o de religiosos. En el modo de vivir y de anunciar la fe, hombres y mujeres. En el compromiso de todos al servicio histórico del Reino. En la espiritualidad. Entendida la espiritualidad como este libro la presenta: en su compleja y armónica totalidad, humano‑divina, contemplativo-militante.
Las «alcuzas de la ley», las normas y controles impositivos, el centralismo monopolizador, el uniformismo que acaba negando la universalidad de la «Católica», no sanarán estas heridas; las exacerbarán todavía más, o las dejarán en el punto necrosificado de la indiferencia, la rutina, el fatalismo.
Las «batallas» del Rey del Reino del Padre no son banderas ni códigos, no son cruzadas ni estadísticas, sino vidas, «vida en abundancia». Vidas o muertes, quizá; porque el desafío indeclinable que a la Iglesia se le presenta en América Latina y en todo el Tercer Mundo ‑en el único Mundo Humano, por mejor decir‑ es responder, como Jesús, a los prohibidos de la vida, siendo para ellos buena noticia de sobrevivencia, de dignidad, de liberación y de esperanza. Y contestar, como Jesús, todas las vidas despilfarradas y proclamar, con él, que la vida humana es una, igual en valor, venida del Dios de la Vida y nacida para siempre.
En el Tiempo y la Eternidad, el Reino es la Vida.
 
Quinta.

«La misión grana en la calle», allí donde los humanos se juegan su destino. Los templos o las curias deben estar al servicio de los hijos e hijas de Dios, quizás fuera de los muros… El culto y la burocracia religiosa no se justifican por sí mismos y hasta son blasfemos cuando, a su lado o bajo su dominio, por su indiferencia o por su impositividad, fallan la justicia, la caridad, la misión.
La misión acontece en el riesgo y a la intemperie de la vida humana, al soplo del Espíritu, eso sí, y en Iglesia, pero no precisamente «en sacristía» o «en curia» cerradas.
«No os hagáis ilusiones… repitiendo: ¡Templo de Yavé, templo de Yavé!», advierte Jeremías a todos los adoradores inconsecuentes. Y Jesús, llegada la plenitud de la revelación, desenmascara definitivamente la insensibilidad, los casuismos, el ritualismo, la hipocresía de los doctores y fariseos.
El Viento del Espíritu no está amarrado y «sopla donde quiere» y remueve y renueva los corazones y las estructuras. Sigue actuando, siempre. Crea, vivifica, libera. Si permitimos que el Viento calle, si el poder del legalismo ahoga la voz del Espíritu, nos exponemos a no oír a Dios, ni en la Biblia ni en la oración, comunitaria o individual, litúrgica o privada. O nos exponemos a oír otros dioses.
Al Dios y Padre de Jesús nadie oye si no escucha simultáneamente el clamor de sus pobres, el gemido de su  Creación.
 
Sexta. Por otra parte, si no sabemos acoger al Espíritu, si no estamos atentos a su llamada, si no cultivamos sus dones, si no somos dóciles ‑también en el silencio y en la renuncia y en la gratuidad‑ a ese Viento que tantas veces pasa hecho «una brisa suave», como en el Horeb de Elías, ¿«qué palabra» llevaremos?, ¿qué mensaje será nuestra vida?, ¿de qué daremos testimonio? De la abundancia del corazón habla la boca. Vacíos de Dios, no podremos transmitir Dios. No somos la Palabra, somos simplemente su eco, una voz suya. Indispensable, eso sí; por la corresponsabilidad que El nos confía.
En nuestra pastoral, en la celebración de los sacramentos, no se trata de «hacer» pastoral ni de «administrar»; no se trata de «dar» el catecismo o el «curso» de novios o la hostia, como burócratas que distribuyen fichas. En la pastoral y en la celebración ‑desde la misa y la catequesis infantil a la pastoral obrera o política y las romerías de la tierra‑ hay que «darse» a la Gracia y a los hermanos, experimentar lo que se anuncia, ser lo que se predica, testimoniar con la propia vida el Misterio que se celebra.
Un cristiano, una cristiana, son, ante todo unos testigos de vida y, quizá, unos testigos de muerte: mártires, como tantos hermanas y hermanos de esta Tierra nuestra que mana leche y sangre.
 
Séptima. Jesús fue el «Hombre libre», frente a la carne y el populismo, frente a la ley y el imperio; y por esa total libertad, en obediencia al Padre y a su Causa que es el Reino, fue llevado a la muerte de Cruz y a la victoria de la Resurrección.
La comunidad de los seguidores de Jesús ha de vivir hasta las últimas consecuencias ‑dentro de nuestro campo de juego, limitado siempre‑ esa libertad «con que Cristo nos ha liberado» y que El, primero, vivió. Para la gloria de Dios Padre y para la Vida del Mundo. Sin ceder ante ningún poder y contestando todos los ídolos que dominan a las personas y todos los imperios que sojuzgan a los pueblos.
Si ella, la Iglesia, que es hija de la libertad del Espíritu, vendaval de Pentecostés, cede ante algún imperio ‑como tantas veces cedió‑, «¿quién proclamará el misterio / de la entera Libertad?», ¿quién le dirá la verdad a Pilatos, a Anás o a Herodes?, ¿quién sostendrá la esperanza, tan golpeada, del Pueblo?
La Espiritualidad de la Liberación es la espiritualidad de la libertad; porque solamente los libres liberan. Y es la espiritualidad de la pobreza, liberada de egoísmos, de consumismos y de posesiones vanas, porque solamente los pobres son libres. La Civilización del Amor que proclamó el episcopado latinoamericano en Pueblo, reclama simultáneamente la Civilización de la pobreza que defendió el teólogo mártir Ellacuría, en El Salvador.
 
Octava. No hay camino hecho en la espiritualidad, aun cuando sigamos a maestros y escuelas, antiguos o modernos, y aun sintiéndonos arropados por la multitud de hermanos y hermanos que nos precedieron o nos acompañan en la aventura. No hay camino hecho, pero El es el Camino. Y El mismo es el pan y el vino de la jornada. No hace falta que esperemos trazados que sustituyan nuestra espiritualidad o que nos priven de explorar creativamente nuevas alturas o mayores bajadas. Andando en El, según su Espíritu, se hace camino seguro al andar.
Nos podrá faltar todo y todos, quizás; pasaremos las «noches del espíritu» o los aislamientos de la institución; pero vamos en Compañía. Y somos comunión. De la Trinidad‑Comunidad venimos, por ella y en ella vivimos, a ella vamos.
Y, sin embargo, nuestra espiritualidad, como la espiritualidad de cualquier persona humana, en cualquier coordenada de la Iglesia o en cualquier situación religiosa o cultural es una aventura en abierto, una lucha a todo riesgo, el juego máximo de nuestra libertad; es tanto el sentido como la búsqueda de nuestra existencia.
No hay camino. Hay Camino. Y se hace camino al andar.

(Pedro Casaldáliga. Obispo Emérito)
 

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ESPIRITUALIDAD EN EL SINARQUISMO

 

Para los griegos, espíritu era una realidad opuesta a la materia, a lo corporal.

Para la cultura hebrea-semita,  y también para las culturas americanas como la quechua, la guaraní, nahoa y maya, entre otras, Espíritu se opone a muerte, a  maldad, destrucción, debilidad...

Se opone a ley, en cuanto a imposición y miedo.

Espíritu, es pues, Vida, fuerza y aliento, es lo que hace ser vida a la vida, sosteniéndola, dándole calidad y vigor. Esta es la definición que hacemos nuestra, no la griega.

     El espíritu Sinarquista es el espíritu de liberación en México y América Latina, es el espíritu que anuncia la llegada del Mundo Nuevo, de la Nueva Sociedad, no otros sino este mismo pero renovado.

     No anuncia personajes fantásticos en auxilio de éste planeta, ni se somete al conformismo general. No es facción sectaria.

     Es Síntesis. Es plural y a la vez, unitario. Es comunitario.

Es el espíritu tan antiguo como la sabiduría  y tan oportuno y vigente como lo reclaman las mujeres y los hombres de hoy.

Es la fuerza que ha empujado la evolución de lo Humano, que empujó a salir de las cavernas y descubrir nuevos horizontes, que animó a llegar a la Luna, que animó a ir  "al infinito y más allá".

     La mujer y el Hombre Nuevos, Sinárquicos, desarrollan una mística de lucha, que les hace capaces de anunciar la nueva sociedad.

Su lucha, la guerra del Espíritu.

Su personalidad, la del Hombre Nuevo.

 

RELIGIÓN Y LO RELIGIOSO

 

La relación entre Sinarquismo y Cristianismo a veces es confusa. Lo reconocemos. Y lo definimos en forma muy breve.

a) El Sinarquismo fué fundado por jóvenes católicos comprometidos en lo social. Juan Ignacio Padilla, prácticamente llegó al diaconado, José Antonio Urquiza, el inspirador de la Idea, también se destacó en su compromiso católico y también en su compromiso social.

       Hoy, muchos sinarquistas llegaron a serlo precisamente a través de Comunidades de Fé y entidades cristianas, Pascua Juvenil, Pastoral Social, Cooperativismo, etc...Antes la ACJM fué un ámbito donde el compromiso social se enfocaba a través del Sinarquismo.

     Las buenas relaciones entre el Sinarquismo y sectores cristianos  relacionados con la acción social, continúan y se incrementan.

b) No somos ni hemos sido una entidad para-religiosa, semi o seudo religiosa. La confusión que algunos han tenido es por falta de formación teológica, teologal, doctrinal, etc...

     La misma falta de preparación, en lo que se refiere a conceptos como Política, economía, cultura, sociedad, ha generado polémicas inútiles.

  c)   Por ejemplo, hay algunos que dicen que el Sinarquismo "traicionó" su  "ideología social-cristiana" e incluso algunos dicen que ellos sí, quieren instaurar la "doctrina social de la Iglesia sin ocultaciones"...Resulta que usualmente, quienes lo dicen, están considerados como contrarios al actual Papa, son  enemigos feroces de toda declaración eclesiástica sobre asuntos sociales, políticos y económicos excepto cuando refuerzan al sistema capitalista.

        Aparte de éstos aspectos, hay que dejar bien en claro....la función de una religión, no es construir un modelo económico, político-social determinado,  su propósito ( de una religión) es ir al fondo del espíritu humano, religar al ser con su Origen, a descubrir lo sagrado y lo vital en cada aspecto del universo.

      Conocer éste Misterio sea a través de Ritos, sea a través de conductas  y hábitos, sea a través de una comunidad....

     Por lo tanto, si la religión se enfoca en lo Eterno, en los significados, en el espíritu...cómo pues va a dedicarse a labores propias de una burocracia ( administrar un gobierno), si parte la religión cristiana del Encuentro personal con Jesucristo...para entender al Padre....como va a "implantarse una doctrina social"?

d) Es diferente, lo que nosotros los sinarquistas hemos  declarado de siempre...tenemos un Proyecto Político-Social y cultural inspirado en el Cristianismo, en las tesis que sobre sociedad, han hecho pensadores y místicos cristianos.

Ejemplo: La propuesta de una economía solidaria  parte de la forma de vida de las primeras comunidades cristianas: "todo lo que tenían lo ponían en común, no había necesitados entre ellos", " Reconcíliate con tu hermano, y luego puedes poner tu ofrenda en el altar", " ¿Cuándo te dimos de comer, desnudo y te vestimos, extranjero y te recibimos.....-Cuando lo hicieron con alguno de los pobres, conmigo lo hicieron?".

       Por lo tanto, en el Cristianismo, para encontrarse con Dios, hay que vivir como hermano, ser solidarios, así que nada de explotar a los más pobres, nada de privilegios, nada de regatear salarios.

       Quede claro, pues, nuestra tarea, como Movimiento es hacer un Proyecto de Nación, de Sociedad, y para ello nos inspiramos en la  visón social del Cristianismo, y recurrimos a otras fuentes cuando así es necesario.

Decir que somos los únicos y que para ser buenos católicos hay que afiliarse con nosotros...sería manipular la fé y una falta de respeto absoluto a Jesucristo ( único Maestro y Guía para millones de personas).

Pues, sólo el Espíritu enviado por Jesús puede instruir, dar sabiduría, enseñar a amar, a compartir, a convivir. Esto según la doctrina más ortodoxa del Catolicismo.

     Visita el enlace sobre

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Espiritualidad y Sinarquismo.

Religión y Sinarquismo

1.- Espiritualidad. Para los griegos, espíritu era una realidad opuesta a la materia, a lo corporal.

Para la cultura hebrea-semita,  y también para las culturas americanas como la quechua, la guaraní, nahoa y maya, entre otras, Espíritu se opone a muerte, a  maldad, destrucción, debilidad...

Se opone a ley, en cuanto a imposición y miedo.

Espíritu, es pues, Vida, fuerza y aliento, es lo que hace ser vida a la vida, sosteniéndola, dándole calidad y vigor. Esta es la definición que hacemos nuestra, no la griega.

     El espíritu sinarquista es el espíritu de liberación en México y América Latina, es el espíritu que anuncia la llegada del Mundo Nuevo, de la Nueva Sociedad, no otros sino ésto mismo pero renovado.

     No anuncia personajes fantásticos en auxilio de éste planeta, ni se somete al conformismo general. No es facción sectaria.

     Es Síntesis. Es plural y a la vez, unitario. Es comunitario.

Es el espíritu tan antiguo como la sabiduría  y tan oportuno y vigente como lo reclaman las mujeres y los hombres de hoy.

Es la fuerza que ha empujado la evolución de lo Humano, que empujó a salir de las cavernas y descubrir nuevos horizontes, que animó a llegar a la Luna, que animó a ir  "al infinito y más allá".

     La mujer y el Hombre Nuevos, Sinárquicos, desarrollan una mística de lucha, que les hace capaces de anunciar la nueva sociedad.

Su lucha, la guerra del Espíritu.

Su personalidad, la del Hombre Nuevo.

2.- Religión

La relación entre Sinarquismo y Cristianismo a veces es confusa. Lo reconocemos. Y lo definimos en forma muy breve.

a) El Sinarquismo fué fundado por jóvenes católicos comprometidos en lo social. Juan Ignacio Padilla, prácticamente llegó al diaconado, José Antonio Urquiza, el inspirador de la Idea, también se destacó en su compromiso católico y también en su compromiso social.

       Hoy, muchos sinarquistas llegaron a serlo precisamente a través de Comunidades de Fé y entidades cristianas, Pascua Juvenil, Pastoral Social, Cooperativismo, etc...Antes la ACJM fué un ámbito donde el compromiso social se enfocaba a través del Sinarquismo.

     Las buenas relaciones entre el Sinarquismo y sectores cristianos  relacionados con la acción social, continúan y se incrementan.

b) No somos ni hemos sido una entidad para-religiosa, semi o seudo religiosa. La confusión que algunos han tenido es por falta de formación teológica, teologal, doctrinal, etc...

     La misma falta de preparación, en lo que se refiere a conceptos como Política, economía, cultura, sociedad, ha generado polémicas inútiles.

  c)   Por ejemplo, hay algunos que dicen que el Sinarquismo "traicionó" su  "ideología social-cristiana" e incluso algunos dicen que ellos sí, quieren instaurar la "doctrina social de la Iglesia sin ocultaciones"...Resulta que usualmente, quienes lo dicen, están considerados como contrarios al actual Papa, son  enemigos feroces de toda declaración eclesiástica sobre asuntos sociales, políticos y económicos excepto cuando refuerzan al sistema capitalista.

        Aparte de éstos aspectos, hay que dejar bien en claro....la función de una religión, no es construir un modelo económico, político-social determinado,  su propósito ( de una religión) es ir al fondo del espíritu humano, religar al ser con su Origen, a descubrir lo sagrado y lo vital en cada aspecto del universo.

      Conocer éste Misterio sea a través de Ritos, sea a través de conductas  y hábitos, sea a través de una comunidad....

     Por lo tanto, si la religión se enfoca en lo Eterno, en los significados, en el espíritu...cómo pues va a dedicarse a labores propias de una burocracia ( administrar un gobierno), si parte la religión cristiana del Encuentro personal con Jesucristo...para entender al Padre....como va a "implantarse una doctrina social"?

d) Es diferente, lo que nosotros los sinarquistas hemos  declarado de siempre...tenemos un Proyecto Político-Social y cultural inspirado en el Cristianismo, en las tesis que sobre sociedad, han hecho pensadores y místicos cristianos.

Ejemplo: La propuesta de una economía solidaria  parte de la forma de vida de las primeras comunidades cristianas: "todo lo que tenían lo ponían en común, no había necesitados entre ellos", " Reconcíliate con tu hermano, y luego puedes poner tu ofrenda en el altar", " ¿Cuándo te dimos de comer, desnudo y te vestimos, extranjero y te recibimos.....-Cuando lo hicieron con alguno de los pobres, conmigo lo hicieron?".

       Por lo tanto, en el Cristianismo, para encontrarse con Dios, hay que vivir como hermano, ser solidarios, así que nada de explotar a los más pobres, nada de privilegios, nada de regatear salarios.

       Quede claro, pues, nuestra tarea, como Movimiento es hacer un Proyecto de Nación, de Sociedad, y para ello nos inspiramos en la  visón social del Cristianismo, y recurrimos a otras fuentes cuando así es necesario.

Decir que somos los únicos y que para ser buenos católicos hay que afiliarse con nosotros...sería manipular la fé y una falta de respeto absoluto a Jesucristo ( único Maestro y Guía para millones de personas).

Pues, sólo el Espíritu enviado por Jesús puede instruir, dar sabiduría, enseñar a amar, a compartir, a convivir. Esto según la doctrina más ortodoxa del Catolicismo.

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